Por Mauricio Cabrera
Mediotiempo.com
El futbol decidió faltarle al respeto a la empresa que maneja a placer el balompié mexicano. En una de las muchas lecciones que suelen gestarse sobre la cancha, la pelota asesta un duro y severo golpe a quienes gustan de gastar millones y desmantelar equipos para resolver en unos cuantos meses lo que dejó de hacerse durante años.
Catártica resulta la experiencia de saber que el dinero no siempre lo puede todo y que incluso el más poderoso, el que veta, el que manda, el que inventa medidas para siempre tomar ventaja, está en riesgo de sufrir una derrota con valor de millones de dólares. La victoria no se compra, ni siquiera en un futbol en el que los dueños del balón hacen y deshacen a placer mientras los aficionados siguen consumiendo fielmente un producto de muy dudosa calidad.
La actualidad necaxista es difícil de explicar. Por un lado, son muy pocos los que desean que los Rayos se vayan a la división de ascenso. Conforman una escuadra con historia y que apenas la década pasada escribía páginas de oro. Por el otro, el fracaso de los de Aguascalientes implica la humillante derrota de Televisa, alternativa más que deseable para todos los que en algún momento sintieron el yugo abusivo del poder.
El escenario más triste es el que se vive entre los aficionados eléctricos. Ellos están al borde de las lágrimas, rogando por una salvación que ya no depende de su equipo; peor aún, ya no depende de Televisa, aunque siempre quedará la posibilidad de incrementar escuadras, inventar una abolición del descenso o cualquier otra medida arbitraria. Por ellos, por los que defienden la causa incluso después de recibir una cantidad inusitada de golpes identitarios a lo largo de los últimos años, sí que se vale sentir pena, pero no por directivos y una empresa que maneja a sus jugadores como peones en un tablero de ajedrez.
La paradoja del futbol es que se utilizó la fórmula de las más exitosas telenovelas. El pobre, Indios de Ciudad Juárez, supera cualquier cantidad de adversidades para alcanzar la gloria. Los millonarios, los que tienen estrategas de abolengo y posibilidad de realizar contrataciones mediáticas, se quedan en la orilla, envidiando la suerte de los humildes que terminan convirtiéndose en héroes. Sobre el rectángulo verde, los ricos también lloran.
Lo improbable suele ocurrir en el deporte más popular del orbe. Antes de iniciar la campaña, de acuerdo a los movimientos realizados, fue evidente que América, por esa necesidad de ya no seguir arrastrando el prestigo, y Necaxa, por estar muriendo en el fuego del descenso, llevaban prioridad sobre San Luis. La chequera se abrió para ambos conjuntos. La orden fue inmediata: lo mejor de los Gladiadores se convirtió en parte de los Rayos, incluyendo a su técnico, quien de ser candidato a dirigir a la Selección Mexicana se encuentra a un paso de contabilizar su primer descenso como estratega. Meses después, los potosinos son los únicos que cumplieron la tragedia, los que siguen con vida y los que sacan la cara por la multimillonaria familia.
La Jornada 17 traerá consigo cualquier cantidad de comentarios. Desciendan o no los Rayos, la mayoría de los integrantes del medio futbolístico coincidirá al señalar que, como en las mejores historias de amor, no hay como ver al pobre triunfando y a los soberbios llorando, aunque ello sólo ocurra en la pantalla chica o sobre una cancha de futbol.
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El futbol decidió faltarle al respeto a la empresa que maneja a placer el balompié mexicano. En una de las muchas lecciones que suelen gestarse sobre la cancha, la pelota asesta un duro y severo golpe a quienes gustan de gastar millones y desmantelar equipos para resolver en unos cuantos meses lo que dejó de hacerse durante años.
Catártica resulta la experiencia de saber que el dinero no siempre lo puede todo y que incluso el más poderoso, el que veta, el que manda, el que inventa medidas para siempre tomar ventaja, está en riesgo de sufrir una derrota con valor de millones de dólares. La victoria no se compra, ni siquiera en un futbol en el que los dueños del balón hacen y deshacen a placer mientras los aficionados siguen consumiendo fielmente un producto de muy dudosa calidad.
La actualidad necaxista es difícil de explicar. Por un lado, son muy pocos los que desean que los Rayos se vayan a la división de ascenso. Conforman una escuadra con historia y que apenas la década pasada escribía páginas de oro. Por el otro, el fracaso de los de Aguascalientes implica la humillante derrota de Televisa, alternativa más que deseable para todos los que en algún momento sintieron el yugo abusivo del poder.
El escenario más triste es el que se vive entre los aficionados eléctricos. Ellos están al borde de las lágrimas, rogando por una salvación que ya no depende de su equipo; peor aún, ya no depende de Televisa, aunque siempre quedará la posibilidad de incrementar escuadras, inventar una abolición del descenso o cualquier otra medida arbitraria. Por ellos, por los que defienden la causa incluso después de recibir una cantidad inusitada de golpes identitarios a lo largo de los últimos años, sí que se vale sentir pena, pero no por directivos y una empresa que maneja a sus jugadores como peones en un tablero de ajedrez.
La paradoja del futbol es que se utilizó la fórmula de las más exitosas telenovelas. El pobre, Indios de Ciudad Juárez, supera cualquier cantidad de adversidades para alcanzar la gloria. Los millonarios, los que tienen estrategas de abolengo y posibilidad de realizar contrataciones mediáticas, se quedan en la orilla, envidiando la suerte de los humildes que terminan convirtiéndose en héroes. Sobre el rectángulo verde, los ricos también lloran.
Lo improbable suele ocurrir en el deporte más popular del orbe. Antes de iniciar la campaña, de acuerdo a los movimientos realizados, fue evidente que América, por esa necesidad de ya no seguir arrastrando el prestigo, y Necaxa, por estar muriendo en el fuego del descenso, llevaban prioridad sobre San Luis. La chequera se abrió para ambos conjuntos. La orden fue inmediata: lo mejor de los Gladiadores se convirtió en parte de los Rayos, incluyendo a su técnico, quien de ser candidato a dirigir a la Selección Mexicana se encuentra a un paso de contabilizar su primer descenso como estratega. Meses después, los potosinos son los únicos que cumplieron la tragedia, los que siguen con vida y los que sacan la cara por la multimillonaria familia.
La Jornada 17 traerá consigo cualquier cantidad de comentarios. Desciendan o no los Rayos, la mayoría de los integrantes del medio futbolístico coincidirá al señalar que, como en las mejores historias de amor, no hay como ver al pobre triunfando y a los soberbios llorando, aunque ello sólo ocurra en la pantalla chica o sobre una cancha de futbol.
1 Comentarios
jeje se la mamaron con esa madre que dice de los indios, neta que igual si merecia salvarse. pero los quieren volver martires. Los ultimos 2 partidos fue solo cuestion de tramite con un Puebla vendido y una maquina que se descarrilo hace mucho. Pero ni pedo ni quejarse es bueno. Lo Unico que me queda es apoyar. Awante mi Necaxa Te seguire a donde Sea.
ResponderEliminarSaludos desde Tampico
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