Corría el minuto 40 del partido celebrado el pasado sábado en el estadio Azul, entre La Máquina y el Necaxa, cuando César Chelito Delgado, delantero del Cruz Azul, ingresó al área enemiga. El arquero Iván Vázquez Mellado salió a rifarse el físico jugando limpiamente la esférica para luego chocar contra Delgado, para que, el árbitro, Hugo León Guajardo, muy lejos de la jugada, decretara penal.
Las reclamaciones de los necaxistas no se hicieron esperar. Fue entonces, cuando el árbitro asistente número dos, Juan Carlos Valencia, mandó llamar al silbante para informarle que en su opinión, no había existido falta alguna, por lo que se rectifica la decisión original.
En ésas, cuando ya el nazareno había tomado la determinación de retractarse, se acerca el multicitado Chelito pidiendo una explicación al cambio de marcación, recibiendo por toda respuesta de parte del hombre de negro: “Hay que respetar el fair play (juego limpio) ¿No le parece señor Delgado?”, a lo que estrechándole la mano y con un ademán levantando el pulgar, correspondió el argentino.
Ahora nos quieren ven der la historia de que fue César Delgado el que caballerosamente, se dirigió al silbante para hacerle saber el error en el que había incurrido y se quiere colgar la medalla del juego limpio, a sabiendas que fue en la última de las instancias, una vez que ya se había tomado la medida de anular la marcación original, que él reconoció no había existido falta; es decir, ante una guerra perdida, prefirió aliarse al enemigo. Aunque es plausible que lo haya hecho, él está permitiendo que se tergiverse la verdad, en beneficio de su imagen.
Es más, en el tanto con el que se abrió el marcador (por conducto de Delgado) se ganó una amonestación por mostrar una leyenda dedicada a su hija que decía: “Feliz cumple, Dulce”. Lo reto a que también en homenaje a ella, confiese públicamente lo que de verdad ocurrió, cuestión de escrúpulos.
Nota original en: EL UNIVERSAL
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