Por Jaime García Elías
No es la primera vez que un resultado de un partido de futbol que se antoja anormal, da pie a que los malpensados echen a volar la imaginación y den por hecho que “ahí hubo gato encerrado”.
Caso concreto: el 1-0 del Necaxa al América, la noche del viernes.
El Necaxa no le ganaba a nadie; no anotaba un gol ni por equivocación... y cuando conseguía anotar alguno porque el buen Dios parpadeaba en ese preciso momento --como en su partido anterior ante su público, frente al Morelia--... los árbitros se lo anulaban. Eso, por una parte. Por la otra, el América llegaba a ese encuentro precedido de estupendos antecedentes: tres victorias consecutivas; demostraciones, según los “expertos”, de que es un equipo competitivo, y de que el incierto arranque del certamen era, sin más, prueba irrefutable de la incompetencia de Manuel Lapuente como timonel.
Vistas las cosas desapasionadamente, el resultado --imprevisible para la gran mayoría de los conocedores-- tiene una explicación absolutamente futbolística: el sobresaliente desempeño del “Conejo” Pérez en el marco necaxista. Esa actuación del veterano guardameta fue la explicación entre lo que debió haber ocurrido, en circunstancias normales... y lo que realmente ocurrió.
Sin embargo, hubo quienes dieron cabida a las especulaciones tortuosas: puesto que los dos equipos pertenecen a la misma persona, el resultado no puede depender de circunstancias estrictamente futbolísticas, y sí de la conveniencia del patrón... Si la victoria del América hubiera sido lo más conveniente, el América habría ganado. Convenía que ganara el Necaxa... y el Necaxa ganó.
Enfrascarse en una polémica con el dueño del juguete o con el capataz encargado de uno de los equipos --Carlos Reinoso-- es tan estéril como bañar puercos: se pierde el agua, se pierde el jabón... y se pierde el tiempo.
Lamentablemente, la justicia deportiva (que cabe en el consabido apotegma de “Que gane el mejor”... como sucedió el viernes) seguirá en entredicho y la maledicencia encontrará un propicio caldo de cultivo, mientras la FIFA no se decida a entender que no tiene por qué hacer, en el caso del propietario de los dos equipos mexicanos que protagonizaron la “chica” de la jornada, una excepción a la regla de que una persona no debe ser propietaria de dos equipos que militen en la misma liga.
(Ni cosas buenas que parezcan malas..., ni malas que parezcan buenas).
Fuente: Informador
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