Desde la Tribuna | Un 4 de junio...

Por Murdok Heras.

@MurdokHeras

Ya he tenido oportunidad de platicarles previamente los orígenes de mi necaxismo; que en realidad empecé a ver al equipo yo calculo a principios del 95, un par de veces por la tele y para un partido Necaxa - Tecos tuve la dicha de conocer el Estadio Azteca; partido al que llegamos al medio tiempo y que los rayos ganaron 2-1 si mal no recuerdo.

Al salir esa tarde del Coloso de Santa Úrsula, mi padre amablemente nos compró a mi hermano y a mi una playera del Necaxa. La de mi carnal traía el 7 y el nombre de Aguinaga en el dorsal (lo cual envidié) y la mía tenía el 11 y el nombre de Basay estampados.

Ir al estadio se volvió en ese momento en costumbre y el necaxismo en mi fue tomando forma y echando raíces a la velocidad del rayo. Mis cuadernos de la primaria empezaban a adornarse con las caricaturas de Nico, Alex, Ivo, Richard, Nacho, Lalo, Picas, Chema, Ratón... Gocé por primera vez una liguilla, dejando nuestros rayos a dos equipos tapatíos en el camino, uno tras otro. Lo que nos llevó a una final ante Cruz Azul.

Qué dicha empezar a seguir a un equipo y que ese mismo verano esté instalado en una final. Fue hasta entonces que aprendí la otra parte de lo que el ser necaxista implica. Tras la ida empatada a un gol, el partido de vuelta se celebraría el 4 de junio de 1995. Mi papá tuvo una reunión en casa de uno de sus compañeros del banco en el que trabajaba y tuvimos que acompañarlo.

Para mi "fortuna" el dueño de la casa era aficionado del Cruz Azul. Por lo que la comida en el patio, el asado o lo que fuera que comimos, incluyó también una televisión que sintonizaba el canal 2.

Naturalmente, yo me fui a la reunión enfundado en mi recientemente comprada playera de Necaxa; por lo que rápidamente fui blanco de comentarios y burlas por parte de nuestro anfitrión y demás invitados. ¡Sorpresa! Mi necaxismo y yo éramos minoría.

Sin embargo, los rayos se fueron inmediatamente a la ofensiva, un balón al travesaño de Aguinaga empezaba a alimentar la ilusión. El Sr. Monje, el de la casa, me gritaba, jugando a la provocación: "Scopooooniiiiii" cada vez que el arquero argentino tocaba un balón. Yo no decía nada. De hecho era porque mi equipo estaba más y más encima. Simples ganas de enchinchar.

Finalmente cayó el gol de Alex con aquella pared de Peláez en el área. El 7 de la playera de mi hermano que yo añoraba, cobraba aún mayor significado. Pero fue el 11 de la mía el que dio cerrojo a la hazaña. Basay sentenció el encuentro y sentí por primera vez la alegría, la pasión, la euforia (contenida) por sentirme parte de un triunfo. Los lazos con esos colores, esos nombres, esa afición, ya se habían encarnado en mi piel para siempre.

La cuestión es que esa presión del resto, de la mayoría burlona y con chistes gastados hacia mis colores, hicieron que experimentara por primera vez el panorama completo de la mística del necaxismo. El ser uno contra todos y al final salir con el pecho hinchado de orgullo y sin necesidad de restregarle nada en la cara a nadie. El rayo había respondido por mi.

20 años de esa tarde en que Rayos volvía a ser campeón, aunque la primera que contaba "oficialmente" en la era profesional. El equipo de época ya había iniciado su era de buen futbol, pero fue hasta esa tarde que había consumado el trabajo y esfuerzos con un título de liga.

Veinte años de ese encuentro, de ese momento en el que supe que estaría contigo el resto de mi vida, Necaxa.